Cogiendo se conoce gente

Una producción de Omar Romay

jueves, abril 28

Alberto... mamerto

Todo muy lindo, todo muy rico.
Finísimo, te diría.
Cóctel en un museo, inauguración de una muestra. Champagne (rosado, pero algo es algo) y más o menos las mismas caras de siempre. Por un lado, la "curtura", caches sin prosapia pero con título de "artista" o "inteletuala" en su defesto. Por el otro, los que van de puro finos, la familia puso plata y esa noche no tienen un plan mejor. En fin... ¡como te extraño, Mónica de Álzaga!
Cuestión que estaba ahí, charlando con D, cuando advierto que un muchacho parado a pocos pasos me clava miradas como poco indiscretas. Digámoslo: para museo, francamente bochornosas. No es feo aunque esté mal vestido (combina saco finísimo con gorrita de lana), y si bien de lo que alcanza a escucharse puedo inferir que es tontísimo, pronuncia las "ye" que es un encanto de patricio. En síntesis: para una noche y con cuatro copas de champagne encima, hemos tenido cosas peores.
A la quinta mirada fija y sostenida en 30 minutos, me libro discretamente de cualquier compañía y me interno en el jardín. Poco después, lo veo hacer lo propio. Nos encontramos, y se da el diálogo que a continuación reproduzco:
Él: ¿Entonces?
Yo: Entonces hola.
Él: ¿Encontraste algo en el jardín?
Yo: No, nunca tuve la suerte de Lisa Albinoni con los árboles.
Él: (riéndose) Me llamo Alberto.
Yo: [Mi nombre]
Me mira un rato largo.
Él: No me voy a olvidar.
Media vuelta.
Veinte minutos después enfila hacia su auto y se va.

Eh...
Todo muy lindo, todo muy rico.... pero si no cojo, me aburro.