Me dejó un comment, dos, tres. Me mandó un mail. Se las ingenió para conseguir mi teléfono y grabar un mensaje hilarante. Me invitó a un restaurant divino. Era inteligente, lindo, gracioso, auto-sustentado (¡basta de mantener lúmpenes! ¡suéltame, pasado!). Pasó a buscarme en auto.
Obviamente, tenía mal aliento.