Cogiendo se conoce gente

Una producción de Omar Romay

domingo, agosto 21

Asignatura pendiente

Era el "chico grande" que me gustaba a los 15. Ese que nunca te daría bola. Me llevaba cuatro años nomás, pero a esa edad, eso es "ser grande".
Volví a encontrármelo por casualidad un sábado a la noche, ya con veinticuatro años (yo). Nos quedamos juntos hasta el día siguiente. Amanecí en su casa, no habíamos dormido ni dormimos después. Ocasionalmente parábamos a tomar un vaso de Coca Cola, charlar un poco o simplemente a descansar. Tenía pareja, me había dicho, pero estaba de viaje, así que no me preocupé.
Serían ya las ocho de la noche del domingo cuando después del último lance me entró un poco de frío. Extendí una mano y tiré de una frazada que estaba a un costado, sobre un sillón.
La manta, al correrse, dejó ver una pistola.
Grande.
(Y no de las que nos interesan sino una pistola-pistola, un arma de fuego.)
-¿Y esto?- pregunté sin esconder mi asombro, rechazo, pánico, terror.
-Ah, es de Fer.
Mi mirada pedía más precisiones.
-Trabaja en la fuerza, él.
-¿Es cana?
-No ¿cómo va a ser cana?- me dijo, pero no dejó que alcanzara a tranquilizarme antes de agregar: -Está en la marina.
Sudor frío.
-Él me engañó hace poco ¿sabés? No sabés lo feo que fue descubrirlo. Mirá esta cadenita... se la regaló el otro. Por eso lo descubrí.
-Escuchame... ¿dónde está él ahora?
-Se fue el viernes. Vuelve hoy a la noche o mañana.
Glup.
Lo puteé y me fui, claro.

Y volví a verlo dos o tres veces, por supuesto. Después de todo, era el chico grande que me gustaba a los 15.